Jos Mar a Mic : "Un verso de G ngora y las razones de la filolog a", Critic n, 75 (1999), pp. 49-68.

CRITICÓN, 75, 1999, pp. 49-68.
Un verso de Góngora
y las razones de la filología
José María Mico
Seminari d'Edició de Textos
Universitat Pompeu Fabra, Barcelona
Para Antonio, en su seguro seguir.
Hay rincones de la literatura que el tiempo, la fortuna o el afán de los estudiosos
acaban por convertir en emblema inmutable del talento expresivo de un autor o en
ejemplo óptimo para las más necesarias lecciones de filología. Entre ellos está, sin duda,
el verso 220 del Polifemo, segur se hizo de sus azucenas, al que muchos profesores de
literatura española habremos recurrido alguna vez para explicar cómo se producen los
errores de copia (pues buena parte de los testimonios transmitió seguir...) y para
ponderar la mediación salvadora del criterio de la lectio difficilior. En este caso, la
superioridad 'poética' del sustantivo segur sobre el trivial infinitivo seguir, defendida
con brillantes argumentos por los mejores gongoristas del siglo, acude a la mente de
cualquiera que desee entender y hacer entender los mecanismos de las audaces
metáforas gongorinas, y la idea de que Galatea «se levantó repentinamente, convertida
en una hoz (segur se hizo) que separó sus blancos miembros (sus azucenas) de la hierba
en que estaba recostada» ha acabado por formar parte de nuestra vulgata del Polifemo,
hasta el punto de que algunos editores de don Luis ni siquiera aluden ya a la existencia
del desmedrado seguir^.
' He citado casi literalmente lo que yo mismo escribí en la paráfrasis explicativa del Polifemo que figura
en la antología de Góngora preparada en colaboración con Antonio Pérez Lasheras, Poesía selecta, Madrid,
Taurus, 1991, p. 238, y en la p. 337 resumí, con una seguridad que, como se verá, ya no me asiste, el estado
de opinión y de información en torno al problema textual: «En Chacón y varios testimonios más (entre ellos
Vicuña y Salcedo) se lee seguir, lectura que, aunque también hace sentido, resulta poéticamente inferior a
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JOSÉ MARÍA MICO
Criticón, 75,1999
Todos hemos sido cómplices, o usuarios complacidos, de esta bella hermandad entre
una conquista expresiva del poeta y una reconquista de nuestro juicio estético, y
aunque no pretendo remover gratuitamente el problema ni desacreditar a la ligera una
solución que ya es patrimonio de la memoria, creo que conviene hacer un esfuerzo por
detener la inercia de la tradición crítica y mostrar, con datos nuevos, o mediante la
corrección de los antiguos, que existen motivos para la desconfianza, porque es el caso
que algunas de las páginas dedicadas a este emblemático pasaje no carecen de
imprecisiones, falsedades, desatenciones y juicios precipitados. Lejos de ofrecerse como
el remedio definitivo, las observaciones que siguen son tan solo la expresión de una
duda que ojalá parezca razonable.
LA A C C I Ó N D E LA F Á B U L A :
DE J A Z M I N E S Y A Z U C E N A S
Hay que empezar por entender lo que pasa en la octava XXIII. La esquiva Galatea,
desatenta a las cuitas de los moradores de la isla, halla descanso tumbándose junto al
agua y a la sombra de un laurel que protege su tronco del sol del mediodía:
180
La fugitiva ninfa, en tanto, donde
hurta un laurel su tronco al sol ardiente,
tantos jazmines cuanta hierba esconde
la nieve de sus miembros, da a una fuente.
Lo que hoy nos importa recordar de esta escena es el alcance metafórico del sustantivo
jazmines, pues no parece posible entenderlo literalmente ('la ninfa arroja a la fuente
unos jazmines'): se trata de una metáfora de la blancura corporal de Galatea, como
enseguida la nieve de sus miembros o más adelante nuestras azucenas. Todos los
comentaristas antiguos coincidieron al explicar que la ninfa se recostó junto a una
fuente (pues este sustantivo puede entenderse perfectamente como 'los alrededores de
un manantial o arroyo'), de manera que llenó de jazmines el espacio de hierba ocupado
por su cuerpo blanquísimo 2 .
segur (documentada por Pellicer y varios manuscritos) y se originó posiblemente en una trivialización por
simple error paleográfico». Otras formulaciones en el mismo sentido son a mi ver incorrectas o imprecisas,
como decir que «Chacón, Salcedo and among the modem editors Mille solved the problem [de interpretación
del pasaje] by reading seguir, 'to follow' in lieu of segur, 'ax'» o que «Pellicer subscribes to the segur-zx
version», que sería la buena (Miroslav John Hanak, éd. y trad., The Fable ofPolyphemus and Galatea,
Nueva York, Peter Lang, 1988, p. 79). Dejando aparte las numerosas antologías de Góngora, que van del
máximo rigor a la máxima desidia, la única preocupación de los últimos editores del Polifemo ante el verso
220 ha sido identificar lacónicamente la segur con una 'hoz' y averiguar si las azucenas toleran el presunto
reflejo en el agua de la octava XXIII (cfr. las ediciones de Alexander A. Parker, Madrid, Cátedra, 1983, p.
142, o Manuel Rodríguez, Málaga, Agora, 1993, p. 106).
2
También Dámaso Alonso lo entiende así, añadiendo buenos argumentos y bellas aclaraciones: «Como
si dijera: con la blancura nivea de sus miembros parece que la hierba se ha cuajado de jazmines» (Góngora y
el «Polifemo», Madrid, Gredos, 1974*, III, p. 139). Otia de las posibles interpretaciones se remonta, según el
testimonio de Salcedo Coronel, a una sugerencia del poeta Gabriel del Corral, aceptada modernamente, con
mínimos matices, por Vilanova y C. C. Smith, y entiende que Galatea se refleja en el agua: «la ninfa,
recostada en el margen de una fuente, refleja en sus aguas tantos jazmines de sus miembros blanquísimos
como hierba esconde la nieve de su cuerpo recostado sobre el césped» (A. Vilanova, Las fuentes y los temas
del «Polifemo» de Góngora, Madrid, CSIC, 1957, II, 35, y véase C. C. Smith, Bulletin ofHispanic Studies,
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UN VERSO DE GÓNGORA
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Llega después Acis y, al ver a Galatea entregada al sueño, bebe en el arroyo mientras
la contempla (XXIV):
su boca dio y sus ojos cuanto pudo
al sonoro cristal, al cristal mudo.
Acis, hermoso, linajudo y rico (XXV), deposita su ofrenda (XXVI) y sigue
refrescándose en el arroyo: los mirtos, el airecillo (vagas cortinas de volantes vanos), la
sombra y el colchón de grama hacen más agradable el lugar (XXVII), configurando y
anticipando el entorno más propicio para el encuentro amoroso que vendrá. Por fin, ya
en nuestra octava XXVIII, al sentir el rumor del agua, la ninfa se levanta súbitamente y
desea huir, pero el temor se lo impide.
220
La ninfa, pues, la sonorosa plata
bullir sintió del arroyuelo apenas,
cuando, a los verdes márgenes ingrata,
segur [vs seguir] se hizo de sus azucenas.
Huyera; mas tan frío se desata
un temor perezoso por sus venas,
que a la precisa fuga, al presto vuelo,
grillos de nieve fue, plumas de hielo.
La estupefacción de Galatea tiene ilustres precedentes (Virgilio, Claudiano,
Garcilaso) 3 que ahora nos sirven de poco y que no influyen en los dos versos
bimembres que dan un broche espléndido a la octava gongorina: un temor frío y
perezoso fluyó (se desata) por las venas de la ninfa, paralizándola de tal modo, que se
diría le hubiese puesto grillos de nieve dificultando su fuga y plumas de hielo
XLII, 1965, p. 224). Finalmente, F. González Ollé entiende que «Galatea, abatida sobre la fuente, sumerge en
ella la cabeza para beber o (y) refrescarla»; la ninfa, así, «es una rama de jazmín que entrega sus flores al
agua» {Revista de Literatura, XVI, 1959, pp. 134-146). Como se ve, uno de los problemas está en el sentido
que asignemos al sintagma da a una fuente, porque el empleo del lenguaje figurado no impide ninguna de las
posibilidades propuestas ni nos permite optar sin titubeos por una de ellas. De todas pueden hallarse
argumentos favorables. A propósito de la de González Ollé, cabe tener en cuenta, por ejemplo, las varias
apariciones inmediatas del verbo dar en contexto muy semejante (e implicando contacto físico con el agua):
«su boca dio ... al cristal mudo» (v. 191), «al arroyo da las manos» (v. 209, y cf. v. 183). Esta interpretación
coincide con la de Gabriel del Corral en la ventaja de asignar una metáfora al cuerpo de Galatea tendido
sobre la hierba (y además muy pertinente, nieve) y otra para la parte reflejada o sumergida (jazmines). De
todos modos, no creo que la idea del reflejo sea imprescindible, pero tampoco que se vea necesariamente
«algo dificultada» (A. Carreira, éd., Antología poética, Madrid, Castalia, 1986, p. 181), por los versos 219220: si Galatea está recostada —y hay en esto consenso general—, al levantarse será ingrata a los verdes
márgenes aunque además se refleje en el agua; no obstante, esa próxima acción de la ninfa, la metáfora
azucenas y, sobre todo, la fórmula comparativa tantos ... cuanta (que quizá suponga una equivalencia de
cantidad entre jazmines y hierba) favorecen la explicación más antigua y sencilla: «la ninfa se recostó junto a
la fuente» (Díaz de Rivas).
3 «Obstipuere animi gelidusque per ima cucurrit / ossa temor» {Eneida, II, 120-121); «nec vox aut
spiritus oris / redditur, atque imis vibrât temor ossa medulis; / succidui titubant gressus» (De raptu
Proserpinae, III, 151-153); «D'aquesto un frió temor así a deshora / por mis huesos discurre» {Elegía II, 4344).
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JOSÉ MARlA MICÔ
Criticón, 75,1999
impidiendo su vuelo4. La exactitud del latinismo precisa ('súbita, repentina') contribuye
a mejorar la correlación, pero la octava no encierra más misterios 5 . Concentrémonos,
pues, en el malhadado caso del verso 220.
LA O P I N I Ó N D E L O S
COMENTARISTAS
Es preciso, ante todo, un poco de paciencia para apreciar el verdadero alcance de los
primeros comentarios. La variante segur era desconocida tanto para Díaz de Rivas, que
no dedicó ninguna anotación a este pasaje, como para Salcedo Coronel, a quien no
ofrecía dudas ni dificultades la construcción verbal seguir se hizo:
Cuando, a los verdes márgenes ingrata,\seguir se hizo de sus azucenas. Cuando, levantándose
para dejar, ingrata, los verdes márgenes del arroyo, se hizo seguir de sus azucenas. En una de
dos maneras entiendo este lugar, o porque (dándoles sentido) las azucenas siguieron su
movimiento, pesarosas de que se fuese, o porque, desvanecida su imagen en las aguas, aquella
blancura que se representaba en ellas siguió el objeto de que provenía6.
Es llamativo, sin embargo, el hecho de que Salcedo dude entre atribuir a las flores un
sentido literal («las azucenas siguieron» el «movimiento» de la ninfa) o figurado y
abstracto («aquella blancura que se representaba» o reflejaba en las aguas), sin llegar a
identificar explícitamente las azucenas con el cuerpo blanquísimo de la ninfa.
Las Lecciones solemnes de José de Pellicer son el primer testimonio impreso de la
lectura segur. En la paráfrasis o «explicación» que precede a las «notas», dice el
cronista aragonés que la ninfa «se levantó, con que las azucenas quedaron marchitas, o
pisadas de su pie; o como estaba recostada sobre ellas, murieron en faltándoles el tacto
de Galatea» 7 . En la nota correspondiente se repite, con ligerísima simplificación, la
misma exégesis dubitante:
Cuando, a sus verdes márgenes ingrata,\segur se hizo de sus azucenas. Cuando, ingrata al
lecho que la ofreció la margen, marchitó pisando las azucenas, o se levantó en pie, con que
quedaron muertas faltándoles los miembros de Galatea8.
4
Góngora había usado dos años antes la expresión grillos de hielo en un contexto similar (Millé, núm.
62, 45-47: «Saludóla el caballero, / cuyo sobresalto al pie / grillos le puso de hielo»), y quizá haya, como
explica Vilanova, «una inversión audaz de los atributos», pues «según el sentido lógico, parece que Góngora
habría expresado su idea con mayor justeza diciendo que el temor había impedido con grillos de hielo la fuga
de Gatatea y con plumas de nieve su presto vuelo, ya que los grillos de hielo trabando sus pies tenían que
impedir su carrera, mientras que las plumas de nieve, derretidas como la cera con el calor del sol, habían de
impedirle volar» (Las fuentes y los temas del *Polifemo» de Góngora, II, p. 142). También pudiera haber una
especie de calambur in ahsentiam: hielo - hierro.
s
Véase J. M. Mico, «Sobre algunos escollos gongorinos», en Da Góngora a Góngora, ed. Giulia Poggi,
Pisa, ETS, 1997, pp. 55-64.
6
El Polifemo de don Luis de Góngora comentado por don García de Salcedo Coronel, Madrid,
Domingo González: Imprenta Real, 1636 (con las Soledades), fol. 394v.
7
Lecciones solemnes a las obras de don Luis de Góngora y Argote, Madrid, Pedro Coello: Imprenta del
Reino, 1630 (edición facsímil, Hildesheim-Nueva York, Georg Olms, 1971), col. 192.
8
Lecciones solemnes, col. 194.
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UN VERSO DE G Ó N G O R A
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Al revés que Salcedo, Pellicer duda al intentar explicar la acción, pero solo concibe el
sentido literal de azucenas, y aunque su texto introduce un nuevo elemento de
confusión con la variante sus verdes márgenes (del arroyuelo, se supone), está claro que
sus azucenas solo puede significar para Pellicer 'las flores de la ribera' 9 . Este punto es
crucial, como ya indicó Dámaso Alonso, y conviene no perder de vista el hecho de que
el único valedor antiguo de la variante segur se equivoca al interpretar literalmente el
otro sustantivo del verso.
Después de que las Lecciones solemnes pusiesen en circulación o divulgasen por vez
primera en letras de molde la lectura segur, Andrés Cuesta, gracioso contradictor de
Pellicer, procuró refutarla en una de sus notas al Polifetnoi
Seguir se hizo de sus azucenas. Quiere decir 'dejó la fuente, levantóse'. Este lugar de nadie ha
sido bien entendido. Coronel algo dice, mas no todo. Pellicer, como aquí no tuvo lugar de
enhilar la cáfila de sus autores, es ridículo: leyó segur se hizo de sus azucenas, y explica que
quedaron las azucenas muertas con la ausencia de Galatea. Mas este sentido consigo trae la
refuta, y procurar impugnarle será que pierdan el tiempo los entendidos, y los que no lo son
tarden en saber la verdadera sentencia. La verdad es que en esta fuente no hubo ningunas
azucenas, sino que don Luis llama azucenas los miembros de Galatea. Que no sea nuevo esto
en don Luis pruébase con él mismo, cuando di[ce] «candidos lilios fue un día I a la margen de
una fuente», y candidos lilios lo mismo es que azucenas. Y de esta dice que fue candidos lilios
a la margen de una fuente, y de Galatea —que estaba a la margen de otra— que al levantarse
se hizo seguir de sus azucenas, de sus miembros10.
Quitando el tonillo escarnecedor y prescindiendo por ahora de la posibilidad de que
pretenda atribuir la variante a una «ridicula» decisión de Pellicer, «Cuesta es el único
comentarista que acierta con el sentido metafórico de la palabra "azucenas"» 11 . Por lo
demás, encuentra sin problemas, como Salcedo, el sentido del verso: «quiere decir 'dejó
la fuente, levantóse'».
Se entienda como se quiera, la primera conclusión derivada de la lectura de los
comentaristas, y que resulta tan sorprendente como aleccionadora —a mis ojos al
menos—, es que todos se preocupan por el sentido general del pasaje en su contexto,
pero ni Pellicer al explicar su lectura ni Cuesta al rechazarla se detienen un solo instante
en el sustantivo segur, prescindiendo de toda consideración sobre la pertinencia o
impertinencia de una expresión que tanto nos ha sorprendido y agradado a los lectores
modernos por sus virtudes metafóricas o su mayor dificultad lingüística. Es
especialmente curioso el comportamiento de Pellicer: ni menciona, contra su costumbre,
variante alguna, ni echa mano de expresiones como cortar, segar, hoz o cualquiera de
las que hoy constituyen nuestro modo habitual de percibir la súbita ingratitud de
Galatea al levantarse con intención de huir 12 .
9
El manuscrito MI (cfr. abajo, n. 21) coincide con Pellicer en la lectura sus verdes márgenes.
Andrés Cuesta, Notas al Polifemo, manuscrito 3906 de la Biblioteca Nacional, fols. 364v-365v, que
cito por mi transcripción en «Góngora en la guerra de sus comentaristas. Andrés Cuesta contra Pellicer», El
Crotalón. Anuario de Filología Española, U (1985), pp. 401-472 (463-464).
11
Dámaso Alonso, Góngora y el tPolifemo*, Madrid, Gredos, 1974 6 , III, p. 163.
12
Además de lo referido en la nota 1, véase, por ejemplo, Antonio Vilanova, parafraseando el texto
«según la lección dada por Pellicer»: «se levantó, y al ponerse de pie para emprender la fuga, fue como si una
10
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J O S É MARfA MICO
LOS G O N G O R I S T A S
Criticón, 75,1999
MODERNOS
Ya en nuestro siglo, Alfonso Reyes convirtió en vehemente seguridad la
indeterminación de Pellicer:
Al ruido que hace el mancebo al lavarse en el arroyuelo —sonorosa plata—, ia Ninfa despertó
y, levantándose al instante, ingrata a los verdes márgenes que le ofrecieron reposo, pisoteó sus
azucenas, como si las segara. (Y no se hable de que segó o cercenó su imagen de azucenas,
antes reflejada en la fuente, que es disparate; o de que se la llevó consigo y se hizo «seguir» de
ella, que es galimatías y mala lectura de «segur» por «seguir».)13
Ya antes del estentóreo centenario de 1927, Alfonso Reyes hizo importantes,
numerosas e inteligentes contribuciones al estudio de Góngora, pero confieso que lo de
«pisoteó sus azucenas, como si las segara» me ha parecido siempre el 'enigma de la
esfinge' —que diría Pellicer— más que ningún pasaje del llamado «príncipe de las
tinieblas». A diferencia de los comentaristas antiguos, Reyes se sorprende con el sentido
de segur y lo relaciona explícitamente con la acción de segar, eliminando de un solo
tajo el «disparate» del reflejo en el agua y el «galimatías» de la lectura seguir. Para ello
se basa, sin embargo, igual que Pellicer, en un error flagrante, pues de los posibles
sentidos de las dichosas azucenas se queda con el peor, dando por seguro que son las
flores de los márgenes pisoteadas, cortadas o lo que fuere por la ingrata o presurosa
Galatea.
En su transcripción reordenada del manuscrito Chacón, Foulché-Delbosc editó,
claro, seguir se hizo..., lectura que, con una formulación algo ambigua en las notas,
adoptaron también los hermanos Mille en su texto, basado «principalmente en el de la
edición del señor Reyes (R.), concordada con el de Ch., según la de F-D»14.
Antonio Vilanova comienza advirtiendo que las dos lecturas tienen sentido, y se
propone analizarlas separadamente «para elegir después la que parezca mejor». Repasa
los argumentos de Salcedo y Pellicer y, tras restituir a azucenas el sentido metafórico de
'cuerpo blanquísimo de Galatea', concluye:
La idea es la misma en ambas versiones, pero el sentido lógico resulta más claro y coherente
con la lección de Pellicer y la metáfora menos rebuscada y violenta. En el lenguaje poético de
segur hubiese cortado de golpe todas las azucenas, pues tal parecía su cuerpo blanquísimo tendido sobre la
hierba»; o, más adelante y más precisamente, «al levantarse pareció como si una segur las hubiese cortado,
como si las hubiesen segado con una hoz; como si la propia ninfa las hubiese arrancado y las llevase consigo
en su cuerpo blanquísimo» (Las fuentes y los temas del «Polifemo* de Góngora, II, p. 136).
13
Alfonso Reyes adoptó la lectura de Pellicer en su edición de la Fábula de Polifemo y Galatea, Madrid,
Índice, 1923, y la defendió por aquellos años en varios lugares («Los textos de Góngora», «Necesidad de
volver a los comentaristas» y «Mi edición del Po/i/emo», reunidos en Cuestiones gongorinas, Madrid, 1927,
pp. 70, 234 y 251); volvió a defenderla muchos años después en su «libre interpretación del texto de
Góngora», El «Polifemo» sin lágrimas, Madrid, Aguilar, 1961, que cito por la edición de México, Fondo de
Cultura Económica, 1986, p. 61.
14
R. Foulché-Delbosc, éd., Obras poéticas de D. Luis de Góngora, Nueva York, The Hispanic Society of
America, 1921 (reimpr. 1970), y Juan e Isabel Millé y Giménez, eds., Luis de Góngora y Argote, Obras
completas, Madrid, Aguilar, 1932. Previamente, la lectura de Pellicer, aceptada por Adolfo de Castro en el
primer tomo de Poetas líricos de los siglos XVI y XVII, circuló por algunas antologías del siglo pasado.
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UN V E R S O DE G Ó N G O R A
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Góngora, es más lógico decir que Galatea, al levantarse, se hizo segur de sus azucenas, es decir
«segó», «cortó en flor» las azucenas de sus miembros al ponerse de pie y separarlas de la
verde hierba en que estaba recostada, que afirmar confusamente que se hizo seguir de sus
azucenas. Claro está que se trata de una impresión personal y de una mera conjetura, basada
exclusivamente en una cierta familiaridad con el mecanismo conceptual y estilístico de las
metáforas gongorinas. Ello no quiere decir que la lección de Salcedo y Chacón no sea la más
genuina —es posible que sea una segunda versión— o la más autorizada, e incluso es posible
que algún manuscrito con anotaciones autógrafas de Góngora pueda aclararnos
definitivamente este problema. Por el momento, creo con Alfonso Reyes que es mejor la
versión de Pellicer15.
Dámaso Alonso plantea el problema con ejemplar honestidad, y tras reconocer en
seguir «un sentido claro», opta «decididamente» por la lectura de Pellicer y Reyes,
«porque es mucho más poética y en ella se introduce una imagen mucho más
complicadamente bella, que es lo que siempre esperamos de Góngora». Y sigue:
Sin atender al estilo de Góngora, no hay manera de decidirse entre estas dos variantes: puede
ser «seguir» la primitiva [supongo que quería decir 'la auténtica'] y «segur» sólo una errata
(una de esas felices erratas que mejoran el sentido); pero también pudo escribir el poeta
«segur», y al no ser entendida su complicada imagen, originarse la forma «seguir», que en
definitiva logró mejor fortuna. La variante «segur» es muy propia del mejor Góngora (¡y del
más complicado!). Admítase cualquiera de las dos versiones: lo que creo que no ofrece duda
es que «azucenas» es metáfora de los miembros de la ninfa, y espero que ha de ser de mi
opinión quien compare esta explicación mía con las dudosas y alternativas que dan Pellicer y
Salcedo16.
Después de transcribir y comentar las interpretaciones de los tres comentaristas que
manejó, concluye asegurando que Vilanova y él han llegado independientemente, por su
condición de «conocedores de la lengua gongorina», a la preferencia por la versión
segur.
Al hilo de la autoridad y de los admirables razonamientos de los maestros Alonso y
Vilanova, y a excepción de alguna antología que sin criterio ni advertencia toma su
texto de Millé (o, lo que es peor, de cualquiera de sus reimpresiones), todos los
especialistas han incorporado la metáfora de la segur al acerbo de su memoria y la han
defendido o asumido en el ejercicio de sus labores.
Pero ni el entusiasmo ni la resignación son buenos ahora, porque, a la vista de las
páginas precedentes, ¿de verdad puede concluirse comparativamente, frente a la
simplicidad conceptual y enunciativa de la idea 'Galatea se hizo seguir por sus
azucenas', que con segur «el sentido lógico resulta más claro y coherente» y que se trata
de una «metáfora menos rebuscada y violenta» como dijo Vilanova? La lectura de
Pellicer, «mucho más poética» y «mucho más complicadamente bella» para Dámaso
Alonso, ¿no encierra acaso una contradicción al aplicar dos metáforas refractarias
(segur y azucenas) al mismo sujeto, haciéndonos creer que Galatea es a un tiempo el
instrumento cortante y lo cortado? ¿Es siempre fiable la «familiaridad» con el usus
15
16
A. Vilanova, Las fuentes y los temas del «Polifemo», II, pp. 134-136.
D. Alonso, Góngora y el «Po/i/emo», III, pp. 162-163.
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JOSÉMARIAMICÓ
Criticón, 75,1999
scribendi de un autor o con un género, la poesía, basado precisamente en la
excepcionalidad de la expresión? Además, por la vía de la crítica impresionista
podríamos añadir fácilmente nuevos argumentos a favor o en contra de cualquiera de
las dos variantes.
Por ejemplo, en cuanto a los partidarios de segur, sus oídos podrían percibir el
sonido del filo en la aliteración de la s, especialmente notoria para un cordobés de
1612, pero deberían tener por intolerable, en cambio, el retintín de seguir con bullir.
Para ellos, la rapidez y violencia del corte de la 'hoz' (con la «acción ofensiva» que
advirtió con agudeza Fernando Lázaro)17 haría más justificable el llamar ingrata a
Galatea, y aun podrían esforzarse por vincular etimológicamente el sentido de precisa
con la acción de cortar.
Los partidarios de seguir podrían señalar la indudable simetría de la primera
semiestrofa, que distribuye en lugares estratégicos de los versos segundo y cuarto, con
rima interior y con idéntico hipérbaton, las dos acciones de Galatea: primero bullir
sintió... y después seguir se hizo... Para ellos, la voluntariedad, la intención, la decisión
efectiva de la ninfa, certificada por el narrador ('se levantó', como después huyera),
resultaría preferible a una caprichosa e imprecisa trasposición metafórica de Galatea,
por voluntad de una musa desconocida, en instrumento cortante.
L O S
P U N T O S
S O B R E
L A S
Í E S
«Lo que uno no come, otro se pierde por ello.» Algunas de estas ilustraciones y
defensas valen para un roto y para un descosido, y quizá puedan usarse lícitamente
como adornos críticos de una lección segura, pero no bastan ni deben manejarse para
optar entre dos lecturas disputadas, escogiendo la que mejor parezca, ni nos permiten
obrar como si ambas tuviesen las mismas posibilidades de haber salido de la pluma de
Góngora. Lo cierto es que en el doblete segur I seguir se juntan muchos de los conflictos
característicos de la ecdótica: por tanto, antes de decidirnos por cualquiera de esas dos
vanantes debemos comprobar su verdadero estatuto textual.
Partamos de los hechos. La mayoría de los testimonios antiguos, manuscritos o
impresos, significados o insignificantes, transmitió seguir, como ya dejó dicho Dámaso
Alonso18. Una recensio más completa que la suya apenas cambia la situación: la segur
de las Lecciones solemnes de Pellicer aparece también en unos pocos —poquísimos—
manuscritos y está en franca minoría. Por ahora, y a los efectos de una correcta selectio,
esto no es decir mucho, pues ya se sabe que el criterio de los códices plurimi no siempre
resulta fiable: un solo testimonio podría preservar una lección auténtica frente a un
error común de todos los demás19. Pero también es cierto que la transmisión de la
poesía en el siglo xvn, y particularmente la de Góngora, para la cual contamos con una
17
«Fernando Lázaro me dice: "La lectura segur parece apoyada por ingrata, que implica una acción
ofensiva: aquí cortar, separar lo que estaba unido"» (Dámaso Alonso, Góngora y el tPolifemo», III, pp.
164).
18
En la «Selección de variantes» con que acaba Góngora y el *Polifemo*, III, p. 319, Dámaso Alonso
enumera ocho testimonios que leen seguir y añade que hay «muchos más».
19
«Una lectio smgularis puede también ser la auténtica o la correcta frente a la lección de todos los
demás testimonios, que en este caso poseerían un error o una innovación común» (Alberto Blecua, Manual de
crítica textual, Madrid, Castalia, 1983, p. 49).
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UN VERSO DE GÔNGORA
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gran cantidad y variedad de fontes criticae (entre ellas el manuscrito Chacón, un
idiógrafo que, salvando sus defectos, vale como codex optimus), con frecuentes
contaminaciones entre manuscritos e impresos, hace que resulte utópico (por no decir
ingenuo e inútil) pensar en una constitutio stemmatis que nos permita solventar sine
iudicio las lecturas equipolentes que se ofrezcan a nuestro paso. Conviene tener muy en
cuenta la calidad individual de los testimonios y vigilar las circunstancias en que se
producen los errores o las innovaciones, pues hasta los especialistas más meticulosos
han ofrecido datos equivocados a propósito de esta caprichosa variante, una de las más
emblemáticas del Siglo de Oro20.
El siguiente cotejo puede servir como punto de partida para un nuevo
planteamiento2! :
seguir ChAApC ¿Cz? D E Ga Gi H Hl H2 H3 H4 IJ K L Mb MI N Oe Pr Q Re
S Y-Vi Ho Sa
segur ¿Cz? H5 X - Pe
Extraigamos unas primeras conclusiones: las variantes no tienen ninguna relación
con las diferencias sistemáticas entre las versiones primitiva y definitiva del Polifemo;
además, dada la extrema semejanza gráfica entre las dos palabras, el paso de una
2
" En la Antología poética de don Luis preparada por Antonio Carreira, Madrid, Castalia, 1986, p. 168
(aun en la última «edición corregida» de 1992), se dice que leen segur, además de Pellicer, los manuscritos K,
J, N y B/ (cf. la nota siguiente); pero ni en K, ni en L, ni en N se lee otra cosa que seguir, mientras que Bl (el
«ms. B. 3. 9 del Seminario de S. Carlos de Zaragoza», según se advierte en la p. 79) ni siquiera contiene el
Polifemo (J. M. Blecua dio su descripción en «Un nuevo códice gongorino», ahora incluida en Homenajes y
otras labores, Zaragoza, Institución Fernando el Católico, 1990, pp. 273-287); el editor se refiere
seguramente al ms. 247/249 de la Biblioteca Universitaria de Zaragoza (Cz), parcialmente editado como
Cancionero de 1628 por el mismo José Manuel Blecua, quien indica que muchas de sus variantes «son iguales
a las que se pueden encontrar en las Lecciones solemnes, de Pellicer», y dice que entre ellas está, en efecto,
segur (Cancionero de 1628, Madrid, CSIC, 1945, pp. 107-108). Del caso de este manuscrito, que ofrece
algunas dudas, me ocuparé de inmediato.
21
Enseguida justificaré los interrogantes que rodean al ms. Cz, pero resuelvo ahora las siglas utilizadas:
A = Ms. Alba, BNM 4075; C = Ms. Cuesta Saavedra, BNM 3906; Ch = Ms. Chacón, Biblioteca Nacional de
Madrid, reserva 45, 45bis y 46; Cz = Ms. 247/249 de la Biblioteca Universitaria de Zaragoza; D = Ms. Díaz
de Rivas, BNM 3726; £ = Ms. Estrada, Fundación Lázaro Galdiano, Inv. 15339 (M/23/17); Ga = BNM
10537; H = BNM 22585; Hl = Hispanic Society of America, B2360; H2 = HSA B2361; H3 = HSA B2362;
H4 = HSA B2465; H5 = HSA B2500; I = Ms. Iriarte, Fundación Lázaro Galdiano, Inv. 15231 (M/23/16);/ =
BNM 4118; K = BNM 4130; L = BNM 4269; Mb = Ms. Mendes Britto, BNM 17719; MI = Ms. Mathías
Lima, BNM 22217; N = BNM 19003; Oe = BNM 4124; Pr = Ms. Pérez de Ribas, Biblioteca de Cataluña,
2056; Q = Biblioteca del Palacio Real, 2801; Re = Ms. Rennert, Biblioteca de la Universidad de Pennsylvania,
Ms. 187 (antes Spanish 37); S = BNM 8645; X = BNM 3794; Y = BNM 3795; Vi = Edición de Juan López de
Vicuña, Obras en verso del Hornero español, Madrid, viuda de Luis Sánchez, 1627; Pe = José Pellicer de
Salas y Tovar, Lecciones solemnes a las obras de don Luis de Góngora y Argote, Madrid, Imprenta del
Reino, 1630; Ho = Edición de Gonzalo de Hoces y Córdoba, Todas las obras de don Luis de Góngora,
Madrid, Imprenta del Reino, 1633, e Imprenta Real, 1654; Sa = Edición comentada por García de Salcedo
Coronel del Polifemo y las Soledades, Madrid, Imprenta Real, 1636 (el Polifemo solo había aparecido en
Madrid, Juan González, 1629). Cuento entre los que leer seguir aquellos cuyos copistas prefirieron,
significativamente, escribir seguirse, como H2 y Oe (o el segir del lusitano Mb). Aunque al cerrar este estudio
no he logrado cotejar unos pocos manuscritos cuya consulta no afectaría a mi argumentación, sí he visto
otros pocos a los que no doy sigla y que también leen seguir: destaca el 4100 de la BNM, que contiene la
versión primitiva.
CRITICÓN. Núm. 75 (1999). José María MICÓ. Un verso de Góngora y las razones de la fi ...
58
JOSÉ MARÍA MICO
Criticón, 75,1999
variante a otra no parece deberse a un cambio intencional del autor, sino a una
alteración (en un sentido u otro) durante el proceso de transmisión del texto. Es uno
más de los dobletes que, como pender-prender, aflija-afloja, alteran-alternan, blancablanda, contacto-contagio, caudales-raudales (y alguno más, sin salir del Polifemo)11,
tienen poco que ver —aunque en alguna ocasión se haya dicho lo contrario— con la
versión primitiva y que surgen, más o menos espontáneamente (unas veces por
sinonimia, otras por antonimia, otras por exceso de ingenio del copista o exegeta, y
siempre por semejanza gráfica) como innovaciones ajenas a la voluntad del autor. No
faltan ahí algunas presuntas lectiones difficiliores demostrablemente falsas.
Como es lógico, la mayor parte de los lectores contemporáneos de Góngora (por los
manuscritos y, sobre todo, por las ediciones de Vicuña, Salcedo y Hoces) entendió que
Galatea seguir se hizo de sus azucenas, y ese fue el sentido sobre del que partieron los
refundidores del Polifemo, desde Castillo Solórzano en octavas paródicas hasta un
levantino anónimo en voluntariosas cuartetas de romance:
Sintió la ninfa que la plata pura
del manso arroyo alteran y, alterada,
el sitio que gozaba antes segura
dejarle pretendió sobresaltada.
La ninfa que sonoroso
bullir sintió el arroyuelo,
ingrata a la verde margen
sus azucenas siguieron25.
Prescindiendo por ahora de cuestiones léxicas o semánticas, las características
paleográficas de la pareja seguir ~ segur son especialmente problemáticas por la
sucesión, a final de palabra, de varios de los llamados rasgos mínimos, que formaban
letras y sílabas (sobre todo con i, n, m,r y u) cuya combinación ya traía a mal traer a
los copistas medievales24. Aunque la forma y presentación de esos rasgos no es la
misma en la caligrafía medieval que en la del siglo xvn, teniendo en cuenta los
mecanismos del proceso de copia y el contexto gráfico de la palabra seguir, cualquiera
de los rasgos que forman las tres letras finales podría ser fundido, confundido o
embebido con las letras contiguas. La prueba más reveladora de esa posibilidad la
22
Versos 112, 236, 320, 363, 375 y 388.
^ Aun con la intromisión del adjetivo segura, está claro que Solórzano no tuvo en cuenta la presunta
metáfora de la supuesta 'hoz', sino que recogió la decisión de la ninfa (dejarle pretendió); el texto completo
fue editado y estudiado por Pablo Jauralde Pou, «Alonso de Castillo Solórzano, Donaires del Parnaso y la
Fábula de Polifemo», Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, LXXXII (1979), pp. 727-766 (762). El
texto anónimo levantino, conservado en el ms. B 2533 de The Hispanic Society of America, ha sido estudiado
por Pasqual Mas y Usó en un trabajo que creo inédito («El Pseudo Góngora y el nuevo Polifemo»).
24
Sobre los rasgos mínimos véase Carleton W. Carroll, «Medieval Romance Paleography: A Brief
Introduction», en Christopher Kleinhenz, éd., Medieval Manuscripts and Textual Criticism, Chapel Hill,
University of North Carolina, 1976, pp. 39-82 (y se dan como ejemplo, precisamente, varios infinitivos en ir
cfr. pp. 60, 64 y 68).
2
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UN V E R S O DE G Ó N G O R A
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ofrece uno de los testimonios aducidos en apoyo de la lectura segur: el manuscrito Cz25A juzgar por el número y apariencia de los rasgos, el copista escribió cinco letras (s, e,
g, u, r), ligando en su trazo las dos últimas, pero añadiendo un punto sobre ellas. La
forma y posición del punto (una vírgula característica de la época) y el color e
intensidad de la tinta indican, casi con toda seguridad (lo repito: casi), que lo puso la
misma mano que transcribió las letras.
Como ya queda dicho, en su edición del Cancionero de 1628, José Manuel Blecua
vio ahí la famosa segur, y quizá le pasó lo mismo a Pellicer tres siglos atrás; sin
embargo, lo que hace a la i es el punto, y no la presencia de un rasgo específico y
distinto de los que constituyen la « o del que inicia, con ligadura, la r. A mis ojos, pues,
el verso 220 del Polifemo en el manuscrito Cz no dice otra cosa que seguir se hizo de
sus azucenas, pero el comportamiento del copista tiene al menos dos explicaciones
posibles (y no hago sino convocar leyes y deducciones elementales del proceso de
copia): o bien vio y transcribió seguir, saltándose mecánica e inconscientemente uno de
los rasgos y poniendo el punto, o bien entendió y escribió segur y, tras advertir su error,
añadió la vírgula (o, menos verosímilmente, lo advirtió y la añadió una mano ajena).
De todos modos, de nada sirve aquí un dictamen salomónico, porque lo importante no
es establecer qué dice el manuscrito zaragozano o qué decía su modelo, sino tener en
cuenta lo que pudo ver y entender, en contextos gráficos parecidos (ese seguir con un
trazo de menos o esa segur con un punto de más), cualquier otro de los transmisores
antiguos del Polifemo. Tener en cuenta, por ejemplo, qué hubieran podido llegar a ver
ahí el propio Pellicer durante sus tareas de preparación del texto (en fecha y lugar tan
próximos), o, ante su original, el cajista de la Imprenta del Reino al que tocó componer
el pliego correspondiente de las Lecciones solemnes, a cuya redacción se alude en varios
lugares del manuscrito Cz26.
La discusión del aspecto o posición de una vírgula puede parecer capricho y aun
delito de lesa literatura, pero nos permite, en este caso, llegar a una conclusión muy
importante: hay, para empezar, una posibilidad razonable de confusión mecánica entre
las dos cadenas gráficas que nos ocupan, pero no solo en la dirección aparentemente
trivializadora de segur a seguir, puesto que no es imposible la confusión o el salto
inconsciente, por error paleográfico, de seguir a segur. No estoy diciendo que sea el
caso del verso 220 del Polifemo, pero debe tenerse en cuenta esta posibilidad, porque
resulta mucho más verosímil un seguir convertido en segur por unos pocos testimonios
en las condiciones que hemos visto y veremos, que una segur convertida en seguir por la
práctica totalidad de los otros copistas y cajistas, cosa que supondría una trivialización
unánime y, en no pocos casos, independiente de los demás testimonios, tanto los que
conservan la versión primitiva como los que recogen la definitiva.
La presencia de la segur en los otros códices también resulta problemática. El breve
y curioso manuscrito H5 está parcialmente basado en las Lecciones solemnes (y,
cuando no, contaminado con ellas, porque además ofrece un breve comentario al
margen), de modo que su segur es la de Pellicer y no aporta nada nuevo. En el otro
25
Manuscrito 247/249 de la Biblioteca Universitaria de Zaragoza, vol. II (aunque en el tejuelo figura
como «Poesías Va / rías 3»), fol. 609v.
26
Cfr. Cancionero de 1628, pp. 9 y 387.
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JOSÉMARÍAMICÓ
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manuscrito, el 3794 de la Biblioteca Nacional (aquí X), el vullir del segundo verso se
sobrepone a dos o tres letras de una palabra indescifrable que empezó a copiar por
error (quizá el contiguo sintió...); en el verso quinto de la misma octava dice huta (en
lugar de huyera o huiera, aunque da la impresión de que una mano distinta añadió
después una vírgula para abreviar las letras omitidas -er-) y se dilata en lugar de se
desata. La estrofa XXVIII está, pues, copiada con especial descuido o conservada con
problemas diversos en el testimonio que le sirvió de modelo, pero también en las
octavas próximas se lee venerando por venerado, estaua por estatua, no a Morpheo por
ni a otro feo, afloxa que aflixio por aflija que aflojó, en tanto por entonces, mar por
más... Sea como fuere, y aparte la floración de lecturas erradas (ya en la dedicatoria se
dice, por ejemplo, «Templado pula en la siniestra mano»), este manuscrito también está
contaminado con Pe y con otros testimonios de un modo no sistemático: algunas
lecturas comunes con la práctica totalidad de las fuentes (y, naturalmente, con Ch,
como mortal horror en el verso 70 u ofrece en el verso 199) fueron corregidas
posteriormente a la vista de las lecciones —singulares, por cierto— de Pe {fiero terror y
engendra).
No hace falta decir que la situación sería muy distinta si la segur apareciese
refrendada por tres buenos manuscritos (como serían, por ejemplo, K, L y N), pero ¿es
razonable creer en una segur conservada en condiciones tan confusas y excepcionales?
En Pe, sin comentarios y junto a interpretaciones erróneas; en Cz (un códice del mismo
año en que se aprobaron las Lecciones solemnes), con el incordio de un punto de i; en
HS, contaminada con el texto y con los comentarios de Pellicer; en X, junto a docenas
de lecturas aberrantes... A lo que alcanzo, no hay ni un solo testimonio en que la
lectura segur no levante sospecha.
FACÍLIORES
NON
DETERIORES
Hay, sin embargo, algo incuestionable: el verbo seguir, tomado aisladamente, es
facilior con respecto al sustantivo segur. Además de la abundancia de trivializaciones
por semejanza gráfica, es cosa sabida que el error de copia se produce más fácilmente
en los caracteres internos o finales de la palabra que en los iniciales, y que el yerro no se
origina al trabucar las letras individualmente, sino al captar de un golpe de vista la
palabra entera a la que pertenecen27. Tomando sola la palabra disputada, la
transmutación más lógica sería la trivializadora: de segur a seguir. Pero no está tan
claro que podamos decir lo mismo a la vista del contexto de la estrofa, del verso
completo o de la pericopa memorizada por el copista, y a menudo se echa de menos un
esfuerzo contextualizador de las variantes, que nunca pueden preferirse o preterirse
como si se tratase de meras cadenas de elementos caligráficos.
Para empezar, es obligado recordar la paradoja de que todos los copistas, ya sean
curiosos o desaseados, suelen compartir un defecto: que saben leer. Además, lejos del
copista profesional de otros tiempos, los transmisores de la poesía del Siglo de Oro
fueron de muy distinto pelaje: el lector aficionado, el poeta combativo, el memorilla
27
Alphonse Dain, «II problema della copia» (traducción italiana de las pp. 20-50 de Les manuscrits,
París, 1975 1 ), en Alfredo Stussi, éd., La critica del testo, Bolonia, II Mulino, 1985, p. 145.
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UN VERSO DE GÔNGORA
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inseguro, el pendolista meticuloso, el comentarista desafiado, el exegeta incidental, el
cajista oprimido, el revisor sabiondo, el rapaz adivino...
Las variantes problemáticas deberían ser analizadas siempre mediante la suma de
todos los argumentos posibles, sin confiar la elección al dictado de uno solo de los
criterios tradicionales: lectio difficilior, usus scribendi, conformatio textus y res
métrica2*. Así, puede que la famosa segur sea difficilior para nosotros, pero no lo era
tanto para los hablantes del siglo xvn, y menos aún para quienes tuviesen familiaridad
con la poesía épica contemporánea, como veremos dentro de unas páginas. Además, su
estatuto tampoco es el mismo si se tiene en cuenta el contexto en que se transmitió. En
el verso 220 del Polifemo, una de las palabras de apariencia más simple (la preposición
de) es, quizá, la más compleja. Memorizando el verso completo como una pericopa y
asignando inconscientemente a la construcción se hizo el valor de 'se convirtió', el
sentido habitual de la preposición de exigiría la presencia de un sustantivo: 'se convirtió
en {...} de sus azucenas', y no hace falta decir cuál es el sustantivo que, en una especie
de reflejo condicionado, saltaría con más facilidad a la mente del copista. Seguir, en
cambio, nos impone un sentido menos usual de la preposición que podría haber
despistado a cualquier lector desatento: 'se hizo seguir por sus azucenas', como en otros
lugares del mismo Polifemo: el bárbaro ruido «de más ecos ... es repetido» (vv. 91-92),
los arados «mal conducidos ... de tardos bueyes» (vv. 163-164) y algún caso más.
La condición difficilior de la lectura segur en el contexto del verso completo o de la
pericopa está, pues, muy lejos de ser indiscutible: el de infrecuente, la compleja
construcción verbal con hipérbaton y la metáfora de las azucenas quedan conculcados y
se nos escapan entre los dedos por obra y gracia de un sustantivo que, bien mirado,
empobrece el verso. Para quien no viese todo eso (y no lo advirtió Pellicer, o no tuvo la
oportunidad de advertirlo), la segur ofrecía una solución óptima o constituía una
lectura irreprochable. Y así, por algo que no se entiende o por algo que cree entenderse,
nacieron, nacen y nacerán los errores en la transmisión de los textos.
La famosa segur puede haber sido tan solo una innovación de copista, un canto de
sirena enormemente tentador, una de esas «deformità» que pueden deslumhrarnos con
su belleza postiza29. La deturpación de seguir es verosímil en el contexto la transmisión
de la obra poética de Góngora, en la que no faltan deformidades con apariencia de
lectiones difficiliores: en varios de los dobletes del Polifemo antes mencionados (penderprender, alteran-alternan, blanca-blanda, contacto-contagio o caudales-raudales), las
lecturas auténticas son las que, tomadas aisladamente o en su contexto, se dirían
faciliores. El mismo proceso de la transmisión produce esas innovaciones difficiliores
que no pasan de ser lecciones singulares, o que llegan como mucho a equipolentes (en la
28
Lo dice Alberto Blecua: «En realidad, no son criterios deslindables entre sí, pues, de hecho, todos ellos
pueden reducirse al usus scribendi, si entendemos el término desde la perspectiva más amplia de la retórica
clásica, es decir, de la inventio, la dispositio y la elocutio de un autor y de su tiempo» (Manual de crítica
textual, p. 124; y también: «Es evidente que una lectio difficilior dependerá del contexto y que éste, a su vez,
sólo es descifrable de acuerdo con el pensamiento del autor»).
29
Lo digo recordando cierta frase de Gianfranco Contini, Breviario di ecdotica, Turin, Einaudi, 1990, p.
29: «il criterio della lectio difficilior miete vittime fra gli apprendisti stregoni, inclini a riconoscere per tale più
d'una insensata deformità».
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jOSÊMARfAMICÔ
Criticón, 75, 1999
recensio), pero que en ningún caso alcanzan, para la constitutio textus, el rango de
adiáforas30.
Los errores textuales, en el fondo, casi nunca son mecánicos: siempre interviene la
intelección de un individuo. Por ejemplo, una graciosa décima gongorina de 1624 trata
de «un caballero que estando con una dama no pudo cumplir sus deseos»:
Con Marfisa en la estacada
entrastes tan mal guarnido,
que su escudo, aunque hendido,
no lo rajó vuestra espada.
Góngora dirige su poema —cuya supuesta base histórica noveló hace unos años
Gonzalo Torrente Ballester— al amante incapaz {vuestra espada, y después vuestra
vergüenza), pero durante el proceso de transmisión el verso segundo se transformó
como sigue, y varios testimonios manuscritos e impresos dan fe de la metamorfosis:
Con Marfisa en la estacada
entra Tristan mal guarnido31.
Al autor del desvarío, que quizá tomó como pericopa los dos primeros octosílabos, no
le inspiró tan solo la semejanza gráfica (entrastes tan > entra Tristan), sino, para
empezar, la inercia con que un nombre propio puede llevar a otro, y sobre todo la
condición literaria de esos nombres, reunidos ahora en extraña palestra para un
combate de amor: Marfisa se llamó una de las heroínas más célebres de los romanzi
caballerescos, y sin ella no habría nacido ese Tristán espurio, llamado como el caballero
audaz y desventurado de las narraciones artúricas, de quien también se acordaron con
frecuencia, como es lógico, los versos de Boiardo y Ariosto32.
Volviendo al Polifemo, algo parecido sucedió en la primera semiestrofa de la octava
XXX:
No al cíclope atribuye, no, la ofrenda;
no a sátiro lascivo, ni a otro feo
morador de las selvas, cuya rienda
el sueño aflija que aflojó el deseo.
Aparte las dificultades para entender ese aflija que aflojó, padre de un sinfín de
gazapos33, el manuscrito 3794 de la Biblioteca Nacional (del que ya hemos tratado más
30
Para estas nociones, véase A. Blccua, Manual de crítica textual, pp. 49 y 87. En otro lugar puse un
caso del Panegírico al duque de herma: en la pareja fructuoso I fluctuoso (temo, en realidad, porque un
importante manuscrito leyó flexuoso) la lectura auténtica es la facilior, tenida normalmente por menos
'poética' y menos 'gongorina' (en Da Góngora a Góngora, pp. 63-64). Otros casos de los romances pueden
verse en Antonio Carreira, «"Loci critici" en los romances de Góngora», también en Da Góngora a
Góngora, pp. 17-39 (o en su reciente y modélica edición, Barcelona, Quaderns Crema, 1998, passim).
31
En Ho y Delicias del Parnaso (Barcelona, 1634); en algún manuscrito, entró Tristán.
32
Cfr. Orlando innamorato, I, III, 33-34; XII, 5; XXVII, 29; II, VIII, 2; XXVI, 2; y Orlando furioso, IV,
52; XXXII, 65, y especialmente 84-89.
33
Cfr. Da Góngora a Góngora, pp. 59-60.
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UN VERSO DE GÔNGORA
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arriba), prefirió ver a Morfeo en lugar de a otro feo cualquiera, obnubilado quizá por el
misterioso sueño que se menciona después. Claro está que el mismo contexto que
estimuló al copista nos ayuda a nosotros: Galatea piensa en las criaturas que corretean
por la isla (el cíclope, los sátiros y otros igualmente deformes a sus ojos), y no es muy
lógico que el hijo del dios del Sueño, aun siendo un «hábil imitador de formas»
(Ovidio, Metamorfosis, XI, 634), pueda ser llamado «morador de las selvas». Y sin
embargo, ¿no podría decirse que Morfeo, un nombre propio de ámbito culto, es por sí
solo una lectio difficilior perfecta? La cuestión es que el individuo transmisor de textos
siempre pone toda su cultura, poca o mucha, al servicio de su descuido, y la
transmisión de la poesía gongorina fue lo menos parecido a una transmisión sine
iudicio.
Todo eso no pasaría de anecdótico si el caso que nos ocupa no fuese tan semejante:
una cadena gráfica y un contexto sintáctico confusos pudieron favorecer una
innovación ajena a la voluntad y a la conciencia artística del autor. Ya he señalado la
indecisión del copista de Cz al transcribir el verso 220 del Polifemo. En otros lugares se
equivocó sin malicia: puso España por Europa (v. 144), esquilman en vez de esquilan
(v. 149), no tierno en lugar de nocturno (v. 172), alcalde en sustitución de alcaide (v.
249) o fogoso donde el poeta escribió fragoso (v. 261). También cayó, por tanto, en los
trampantojos habituales. Pero si el mejor copista es el que no sabe leer, no lo hay peor
que un copista de Góngora con intención de interpretar y, si le parece del caso,
subsanar el texto. El mismo pendolista de Cz (o su modelo), seguro de haber pillado en
falta al poeta en la descripción de Galatea, estropeó uno de los mejores logros de la
obra gongorina, el trabadísimo trueque de atributos del verso 104: pavón de Venus es,
cisne de Juno. Tanto esfuerzo de don Luis, tanto lujo mental y verbal con los ojos del
pavón y la blancura del cisne, para que luego un copista más erudito que inteligente se
arrogue el derecho de devolver las aves a sus diosas respectivas: cisne de Venus es,
pavón de Juno34.
Claro está que sería absurdo criticar a Salcedo o a Pellicer por no haberse
comportado como editores neolachmannianos: mucho más errados andan hoy quienes
se empeñan en serlo con textos irreductibles a tales métodos. Bastante hicieron los
comentaristas con informarnos de cuando en cuando de las divergencias de los
testimonios manuscritos o impresos de que tuvieron noticia, pero algunas de sus
propuestas carecen de base textual, y su esfuerzo exegético se aplicó a menudo al
desentrañamiento de expresiones previamente estropeadas por las fuentes que
manejaron.
Por ejemplo, a propósito de los versos 489-490 del Polifemo («Con violencia
desgajó infinita / la mayor punta de la excelsa roca»), tanto Salcedo como Pellicer
—este último diciendo explícitamente que «algunos manuscritos y la edición de Madrid
[es decir, la de Vicuña] leen ... mal»— prefieren editar «la mayor parte de la excelsa
roca», más próxima a la fuente clásica (Metamorfosis, XIII, 882-883: «insequitur
Cyclops partemque e monte revulsam / mittit»), sin prestar confianza a la voluntad de
34 José Manuel Blecua no recogió esta innovación de Cz entre las variantes que afectaban al Polifemo,
seguramente por considerarla, con acierto, uno de los «evidentes errores» del manuscrito, cuya letra es «casi
toda de una misma mano» (Cancionero de 1628, pp. 8 y 107-108).
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JOSÉ MARfA MICO
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innovación de don Luis ni reparar en el hecho de que Ovidio dice enseguida que bastó
el angulus del peñasco para descalabrar a Acis. Otras veces Pellicer se queda solo en la
defensa de lecturas erradas {siga en el verso 176 o afloja en el 236), y no menos solo, o
mal acompañado por quienes le siguieron la corriente, al transmitir ciertas variantes de
las que no ofrece explicación (nos enseña en el verso 38, ondas en el 58, fiero terror en
el 70, engendra en el 199, una luz el carro de oro en el 371, dirimió así copia amiga en
el 479 o segur en el que ya sabemos, por no salir del Polifemo). Alguna de ellas pudo
haber sido el resultado de «una desafortunada inferencia, o injerencia, del
comentarista»35. El silencio de Pellicer con respecto a segur no tiene por qué ser un
silencio culpable —de hecho tiene relación con el inocente sentido literal que asigna a
las azucenas—, pero tampoco es obligatorio asumir como auténticas o fiables las
lectiones difficiliores (en algún caso más bien impossibiles) de un testimonio que no es
trigo limpio.
Por otra parte, si nos interesa la transmisión de la poesía gongorina no es para
acabar defendiendo a capa y espada el manuscrito Chacón contra cualquier testimonio
disidente, sino para evitar que la obra de Góngora se forme con lecturas suspectas o
aberrantes, vengan de donde vengan. «De hecho —resume Antonio Carreira—, todo el
que haya trabajado con los elementos de dicha transmisión habrá experimentado el
mismo vaivén: primero, la actitud reverencial ante Ch; segundo, una tendencia a
alejarse de él, en pos de cualquier buen testimonio discrepante; y tercero, el
reconocimiento de que, en efecto, Ch es casi siempre el codex optimus»36.
Además de saber que en el caso del verso 220 del Polifemo el manuscrito Chacón
está respaldado por numerosos y variados testimonios, conviene tener en cuenta que los
errores de nuestro codex optimus se subsanan con facilidad por la coincidencia, a veces
unánime y a menudo mayoritaria, de los otros manuscritos. Es célebre la trivialización
del cuarto verso de la Soledad primera: Ch y otros leen «media luna las armas de su
frente / y el sol todos los rayos de su pelo», frente al sol todo ('entero', y no solo
'medio') atestiguado por buen número de fuentes37. En el texto de la Fábula, el copista
de Ch cometió o recogió varios errores también conocidos (piensa por dispensa en el
verso 289, lava en lugar de Java en el 459 y alguno más no tan flagrante): en esos casos,
Ch está solo o acompañado por unos pocos manuscritos (a veces relacionados con él,
como N), y la coincidencia de todos los demás nos ofrece sin problemas la lectura
auténtica. Pero todos los buenos manuscritos gongorinos que nos ayudan a identificar y
a corregir las trivializaciones ajenas leen lo mismo que Ch en el verso 220, y no hay
modo razonable de explicar cómo una segur supuestamente salida de la pluma de
Góngora padeció una trivialización tan generalizada (primero al ponerse en circulación
la versión primitiva y después al difundirse la definitiva), que solo pudo preservarse
milagrosamente en unos pocos testimonios relacionados entre sí.
Esta es la situación: contamos con un códice de extraordinaria fiabilidad textual
cuyas escasas deficiencias pueden ser solventadas con el auxilio, a menudo unánime, de
un puñado de muy buenos manuscritos. Y a pesar de esa envidiable situación, hemos
3J
Lo dije a propósito de una de ellas en Da Góngora a Góngora, p. 62.
^ En Da Góngora a Góngora, p. 17.
37
Lo explicó Robert Jammes, «Elementos burlescos en las Soledades», Edad de Oro, II (1983), pp. 101102 (y véase su edición, Madrid, Castalia, 1994, p. 196).
3
CRITICÓN. Núm. 75 (1999). José María MICÓ. Un verso de Góngora y las razones de la fi ...
UN VERSO DE GÓNGORA
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dado en preferir una lectura prácticamente singular, que no está en Chacón ni en
ningún otro de esos buenos manuscritos, y cuyo avalador es un comentarista que no
entendió el pasaje.
UNA
SEGUR
DE DOBLE
FILO
Decía antes que la extrañeza o dificultad de cualquier palabra debe ser compulsada
con el usus scribendi del autor y de la época. También hemos visto ya que los
gongoristas antiguos que tuvieron ocasión de hacerlo (Pellicer y Cuesta) no se
detuvieron ni un instante a tratar del sustantivo segur, sin duda porque no les resultaba
tan extraño como a los modernos, que además le hemos asignado demasiado
alegremente el sentido de 'hoz'. Durante el siglo xvi, segur convive y compite con
hacha, como ya precisa el Diálogo de la lengua: «Hacha llamamos a la que por otro
nombre dezimos antorcha, y hacha llamamos también a la segur»39. En el sistema
lingüístico de los contemporáneos de Góngora —quien, como es normal, usa el término
hoz en bastantes ocasiones que no merece la pena referir—, la segur sigue siendo
generalmente un 'hacha', definida por Covarrubias como «un género de destral que
corta por ambas partes, o por la una sola, a secando»39; suele aparecer identificada,
emparejada o enumerada con otras armas poderosas, y se trata de un instrumento de
gran tamaño y fuerza, adecuado para cortar «maderos gruesos y troncones» (Ercilla),
herir «el robusto roble y alto pino / con recio golpe» (Virués), derribar «las puertas de
las casas» (Cervantes) y otros servicios similares40.
Góngora usa la palabra varias veces, siempre con ese sentido y una de ellas en el
Polifemo, donde aparece simbólica y estratégicamente en la anticipación del desenlace
38
Juan de Valdés, Diálogo de la lengua, ed. Cristina Barbolani, Madrid, Cátedra, 1982, p. 218; cfr.
además: «golpes de espada, de segures y hachas» (E/ crotalón), «Estaban siempre sonando los pinares de
Cuenca con los golpes de las hachas y segures», «Hubo a la mano un destral o segur» (fray José de Sigüenza),
«poner la segur o hacha a la raíz de la delectación» (fray Juan de los Ángeles). Algunas de las citas que aporto
aquí o después, y muchas otras que no recojo (desde los orígenes del castellano hasta el siglo xvm), las debo
a la eficiente amabilidad de Abraham Madroñal.
39
Sebastián de Covarrubias, Tesoro de la lengua castellana o española, Madrid, 1611, i. v. (ed. Martín
de Riquer, Barcelona, Barna, 1943, p. 932a); Covarrubias añade una explicación histórica, pero no da otros
sentidos a la palabra. El Diccionario de Autoridades la define primero como una «hacha grande para cortar»
(con citas de la Argents de Pellicer, casualmente, y de la Corona trágica de Lope), explica después su
condición de insignia «de los lictores en Roma» (noción que se corresponde con ios datos históricos de
Covarrubias y que documenta con la traducción de la Farsalia de Juan de Jáuregui) y añade, al fin, una
tercera acepción, diciendo lacónicamente y sin aporte de autoridades que «se toma también por lo mismo que
hoz» (Diccionario de Autoridades, ed. facsímil, Madrid, Gredos, 1963, 5. v.). Sobre las arduas cuestiones
semánticas y etimológicas, véase Joan Corominas y José A. Pascual, Diccionario crítico etimológico
castellano e hispánico, V, Madrid, Gredos, 1986, pp. 190-191.
40
«Hachas, sierras, segures y destrales / cortan maderos gruesos y troncones» (Alonso de Ercilla, La
Araucana, XVII, 24); «Y ya el robusto roble y alto pino / con recio golpe la segur hería» (Cristóbal de Virués,
El Monserrate); «con stgures o hachas de duro acero las puertas de las casas derribaban» (Cervantes, La
Galatea). O también: «cual cae de la segur herido el pino, / con no menor estruendo a tierra vino» {La
Araucana, X, 54); «Llegaos, señora, que a la raíz del árbol de vuestra esperanza no ha puesto el temor segur
para cortar» (Cervantes, Persiles); «nunca en la breña la segur tajante / violó de añoso tronco seca rama»
(Jáuregui, Orfeo); «cuya segur inexorable / colosos tronza, coliseos derriba» (Villamediana); «Así confunde y
corta aun en el más robusto y fornido roble la afilada segur» (Céspedes y Meneses, El español Gerardo).
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J O S É MARÍA MICO
Criticón, 75, 1999
de la fábula, cuando Galatea se siente tan unida a Acis como la vid al olmo (vv. 353356):
Mas, cristalinos pámpanos sus brazos,
amor la implica, si el temor la anuda,
al infelice olmo que pedazos
la segur de los celos hará aguda.
Ahí, por volver momentáneamente a los fáciles y falaces argumentos impresionistas, tan
pronto podríamos decir que esta segur nos certifica, por ley de uso, la autenticidad de la
otra, como afirmar que un poeta con la minuciosidad y el deseo de variatio de Góngora
no iba a cometer el error de malbaratar el sustantivo abusando de él en un mismo
poema 41 .
Además de ser palabra de uso corriente entonces (aunque acabaría siendo sustituida
para siempre por hacha), tuvo su abolengo literario, y los aficionados a la poesía épica
se la tropezaban en el latín de Virgilio {Eneida, II, 224; VI, 180; XI, 656), en el italiano
de Ariosto (y en el episodio más importante y famoso, el de la locura de Orlando,
XXIII, 121: «Questa conclusion fu la secure / che 'I capo a un colpo gli levó dal eolio»)
o, como ya se ha visto, en el castellano de Ercilla (La Araucana, X, 54 y XVII, 24)4^.
No es tan frecuente la mención de una segur apta para tareas más delicadas, aunque
puede documentarse como herramienta para cortar leña, romper la tierra, desramar,
podar y rara vez para segar, a modo de guadaña literal o simbólica43.
En cualquier caso, teniendo en cuenta el sentido más habitual y documentado en la
obra del propio Góngora, no deja de ser curioso que Galatea, al levantarse, se convierta
nada menos que en un hacha o en una especie de guadaña de grandes proporciones
para cortar unas azucenas que son, además, la representación metafórica de su propio
41
Cfr. El doctor Carlino, vv. 461-464: «Confieso de cuando en cuando / en el nombre de Jesús, con que
el más celoso fía /su encina de mi segur». En el otro caso, el soneto de 1622 sobre la muerte, entre otras, de
don Rodrigo Calderón, la segur es la cuchilla del verdugo: «Al tronco descansaba de una encina, / que invidia
de los bosques fue lozana, / cuando segur legal una mañana / alto honor me dejó con su ruina».
42
Y también, lógicamente, en los traductores de Virgilio, Lucano o Claudiano. Cfr. por ejemplo: «Mas
no por la deidad del lugar santo / Ceres detuvo el brazo, antes airada / incierta vibra su segur, y tanto, / que al
mismo Jove hiriera de enojada: / ya un pino, un cedro ya, ya con espanto / corta un tronco, una rama, y ya
turbada / un golpe tira aquí y allí otro arroja, / aquel tala, aquel deja, aquel la enoja» (Claudiano, El robo de
Proserpina, traducción de Francisco Faría, Madrid, 1608, correspondiente a De raptu, III, 357-362).
43
Además de la nota anterior, cfr.: «de aquel labrador primero / la segur» (Lope, Pastores de Belén);
«Fieras montañas rígidas, de cuyo extremo indómito / al arado y segur siempre infructífero» (Lope, La
Arcadia); «Que parecía en mi brazo / fuerte el filo de la espada / segur de animadas mieses / o portentosa
guadaña» (Juan Bautista Diamante, El negro más prodigioso). La más problemática de todas las citas que he
encontrado está en la Fábula de Siringa y Pan, incluida en Los cigarrales de Toledo de Tirso de Molina:
«Segur de flores es nevada mano / de la ninfa Siringa». Siringa va recogiendo flores con su mano blanca
(nevada), que puede, pues, identificarse con una segur; pero «las marchita en vano», porque el contacto de su
«pie de plata» hace que nazcan otras: «brotan más aprisa que ella siega». Tenemos, pues, una segur segadera
en un texto que, sea de Tirso o de fray Plácido de Aguilar (cfr. José María de Cossío, Fábulas mitológicas en
España, Madrid, Espasa-Calpe, 1952, pp. 460-464), está plagado de remedos y remiendos del Polifemo («mi
rústica Talía», «barriendo estrellas, flores matizando», «A fugitiva si canora plata / que una fuente despide,
dio la boca» y muchos más, en algún caso de las Soledades), pero aun aquí se distingue claramente el
instrumento cortante (metáfora de la mano de la ninfa) del objeto cortado (las flores del campo).
CRITICÓN. Núm. 75 (1999). José María MICÓ. Un verso de Góngora y las razones de la fi ...
UN VERSO DE GÓNGORA
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cuerpo. Tales azucenas, por si eso fuera poco, se tendrían milagrosamente en vilo
después de ser cortadas a cercén. Por una vez, Góngora, monstruo de rigor, habría
concebido una ecuación poética mal expresada y peor resuelta.
En definitiva, a cualquier lector que entendiese, como Pellicer, que Galatea destrozó
o cercenó las flores de la ribera se le podría haber ido la mano para coger y poner una
segur que las cortase. El acervo de la lengua y el patrimonio de la literatura podrían
habérsela facilitado. Pero bien mirado, ni uno solo de los criterios principales para la
selección de variantes (lectio difficilior, usus scribendi y conformaüo textus) puede
certificar sin discusión la bondad de esta dichosa segur, que se parece mucho —-por
terminar relajadamente— a aquella de la que, a vueltas con Boccalini, se acordó una
vez Quevedo: «La segur que se añade con todo lo que corta del árbol, nadie la tendrá
por instrumento, sino por estorbo»44.
El lector de a pie es muy libre de ignorar las costumbres y los vicios de autores y
copistas, de pensar que Galatea se siega a sí misma, de preferir la variante de Pellicer
sancionada por los mejores padres y los hijos mayores de la estilística, y a lo mejor
acierta, pero la responsabilidad de un editor de textos es muy distinta, y cuando resulta
prácticamente imposible, con o sin auxilio del iudicium, averiguar cuál es la lectura
auténtica, debemos optar por la menos improbable filológicamente, y no por la que
pueda resultar poéticamente más fascinadora.
El supuesto encanto de la segur está lleno de taras de todo tipo: paleográficas,
ecdóticas, gramaticales, sintácticas, semánticas, metafóricas, intertextuales... Para mí, a
fecha de hoy, la lectura menos inverosímil, aunque no por eso indudablemente
auténtica, es seguir, y mientras no se encuentre explicación razonable para todos los
defectos e inconvenientes de la otra lectura, creo que la octava XXVIII del Polifemo
debe editarse como sigue:
220
La ninfa, pues, la sonorosa plata
bullir sintió del arroyuelo apenas,
cuando, a los verdes márgenes ingrata,
seguir se hizo de sus azucenas.
Huyera; mas tan frío se desata
un temor perezoso por sus venas,
que a la precisa fuga, al presto vuelo,
grillos de nieve fue, plumas de hielo.
El asunto es tan complejo, tan enrevesado, tan cruel la competencia contextual del
doblete seguir I segur, que siempre quedará la sombra de una duda, una duda que quizá
solo un autógrafo podría despejar. Si las investigaciones futuras demuestran que no es
tan precario el estatuto textual de la lectura segur, o si la opinión de los especialistas
sigue siendo unánime a favor de ella, no tendré inconveniente en rectificar,
sometiéndome con presteza a otra de las leyes de la ecdótica: el consensus bonorum.
44
La hora de todos y la fortuna con seso, éd. Jean Bourg, Pierre Dupont y Pierre Geneste, Madrid,
Cátedra, 1987, p. 259.
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JOSÉ MARÍA MICO
Criticón, 75,1999
MICO, José María. «Un verso de Góngora y las razones de la filología». En Criticón (Toulouse),
75,1999, pp. 49-68.
Resumen. Discusión de una famosa variante del Polifemo de Góngora: segur se hizo de sus azucenas o seguir
se hizo de sus azucenas (v. 220). La lectura segur, preferida por todos los críticos y editores modernos, merece
ser cuestionada, pues no cumple satisfactoriamente ninguno de los criterios principales para la selección de
variantes (lectio difficilior, usus scribendi y conformatio textus).
Résumé. Discussion autour d'une fameuse variante du Polyphème de Góngora: segur se hizo de sus azucenas
o seguir se hizo de sus azucenas (v. 220). La leçon segur, choisie par tous les critiques et éditeurs modernes,
est sujette à caution: elle ne répond à aucun des principaux critères généralement retenus pour la sélection des
variantes (lectio difficilior, usus scribendi et conformatio textus).
Summary. Discussion on the famous variant of Góngora's Polifemo: segur se hizo de sus azucenas or seguir se
hizo de sus azucenas (v. 200). The reading segur, preferred by ail modem critics and editors, deserves to be
questioned because it does no satisfactorily fulfill any of the main criteria for the sélection of the variants
(lectio difficilior, usus scribendi and conformatio textus).
Palabras clave. Góngora. Polifemo. Ecdótica. Seguir/segur.
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